Mi
querido Johnathan:
Oh,
mi amado, recibí tus cartas y al leerlas sentí que mi corazón volvía a latir.
Estoy
desesperada, pues mi padre ya concertó mi boda con un rico general, cuyo padre luchó
en la guerra junto al mío.
Debo
haber empezado ya a ser fría como los minerales que encontramos aquella vez en
la playa, pues mi padre está furioso con mi comportamiento y mi prometido me
mira con recelo.
Solo
sonrío cuando me encuentro sola, que es el único momento y el más preciado ya
que puedo pensar en ti. En tu sonrisa, tus verdes ojos, tus fuertes manos o tu
forma de caminar.
Perdóname
si al escribirte esta carta rompo mi promesa de no derramar lágrima alguna,
pero la situación solo me ofrece esa manera de responder ¡Ay, amor mío, todo me
recuerda a ti!
Los
verdes prados, las bellas flores, el dulce sonido de los violines…
A veces
creo oír tu risa y acudo a mi balcón para dejarte entrar, pero solo es el
viento que tamborilea en el cristal con sus gélidos dedos.
Esta
será la última carta mía que recibas, pues, no me veo con el suficiente valor
de que me descubra y al conocer tu
paradero mande a sus hombres a por ti.
Pero,
en mi corazón, solo habrá un único nombre, Johnathan, pues a pesar de la
distancia, solo te amo a ti.
Con
todo mi amor, Isabelle.
P.D.
– Te mando mi corazón, pues solo a ti te pertenece.
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