"Gregorio se encontraba escondido en su cuarto, herido
y triste por los golpes recibidos por su padre y el desprecio recibido por su
familia.
Si tan solo lo entendieran, si tan solo se pusiesen en
su lugar… Pero tal vez ni lo habían intentando. Se sentía incomprendido y
rechazado. No entendía cómo su propia familia le pudo dar la espalda de ese
modo. Sí, era verdad que no era igual físicamente, pero seguía siendo él.
Cada vez veía más el egoísmo de las personas. Él era
el único que llevaba dinero a casa para poder vivir bien, era el único que, a pesar
de no gustarle lo que hacía, salía a trabajar por su familia. En cambio, su
padre que aún podía trabajar un poco más se mantenía al margen sin hacer nada,
viendo cómo su hijo traía dinero pero ni siquiera le agradecía aquello. Ahora
que era inútil, que no podía seguir trabajando, su padre le despreciaba y hasta
que no fue estrictamente necesario para la familia no trabajó.
En el salón podía escuchar cómo su hermana hablaba con
sus padres, convenciéndolos para acabar con él. Su propia hermana, que era la
única que se acercó a él en ese estado y le había mostrado algo de humanidad,
también se había vuelto contra él, y no solo eso sino que quería matarlo.
Parecía vivir en una pesadilla continua. No solo se
había convertido en un bicho horrible, ahora también no lo querían con vida.
No tenía apenas fuerzas para continuar pensando
siquiera. Llevaba mucho tiempo sin comer y había perdido mucha sangre debido a
la herida que su padre le había hecho con la manzana.
Sus últimos pensamientos antes de morir fueron si hizo
bien complaciendo a su familia en todo, trabajaba e intentaba hacerlo todo por
ellos para que fuesen felices y viviesen bien. Pero al final se dio cuenta de
que no vivió su vida, sino la que quisieron ellos, él no fue feliz pues nunca
le dejaron hacer lo que realmente quiso".
Actividad realizada con la profesora María Dolores Sarmiento, del departamento de Lengua Castellana y Literatura.
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